DISCIPULADO |
Lo que has oído de mí ante muchos testigos, esto encarga a hombres fieles que sean idóneos para enseñar también a otros. 2 Timoteo 2:2
Mi aprecio por la necesidad de una motivación fuerte y sostenida aumentó enormemente cuando descubrí cuatro poderosos enemigos del discipulado: sus dificultades inherentes; nuestras preocupaciones urgentes, como las responsabilidades familiares y las presiones del trabajo; las seducciones de la cultura, como el buen éxito profesional, las posesiones y las diversiones, y las creencias erróneas de la cultura que asaltan de continuo nuestra mente y debilitan nuestra firme decisión de seguir a Jesús en todo.
¿DEBER O ANHELO?
¿Cómo podemos motivar a los creyentes al discipulado a pesar de estos desafíos? Al principio de mi ministerio, intenté usar la culpa. Pronto descubrí que esto sólo tiene una eficacia limitada y a corto plazo. He insistido en el deber, pero también se queda corto. ¿Cómo puede complacer a Dios el que tengamos la actitud del que le dice: “Te estoy obedeciendo porque es mi deber como creyente”?
La única motivación adecuada para seguir a Jesús es el anhelo. En la parábola del tesoro escondido en el campo, el hombre vende gozoso todo lo que tiene, para comprar el campo, porque su valor excede con mucho a su precio (Mateo 13:44). ¿Cómo pueden proporcionar y sostener los líderes una motivación así al discipulado? A lo largo de los años, he descubierto seis fuentes.
LA VISIÓN BÍBLICA DE DIOS Y DE LA REALIDAD
La posesión de una poderosa visión bíblica de Dios sirve como el principal motivador. Los creyentes necesitan ver la santidad y la grandeza de Dios, y valorar su bondad, su fidelidad, y su perdón. Es básica la realidad de un Dios amoroso que está a favor nuestro, y no en contra de nosotros. Richard Foster hace esta sabia observación: “La vida cristiana no viene por rechinar los dientes, sino de enamorarse”.1
Los discipuladores también deben hacer ver que la vida consagrada a Dios produce un gozo creciente, produce plenitud, esperanza y una vida llena de fruto en el cumplimiento de los propósitos divinos. Y al fin, obtenemos la vida eterna con ese Dios que nos ama. Debemos creer sinceramente: “Aunque sea difícil, servir a Dios, supera de manera abrumadora a toda otra alternativa, así que apenas hay que pensar en escoger”.
EL APRECIO POR LA LEY DE DIOS Y LA REPUGNANCIA AL PECADO
Para poder mantenerse en obediencia, los creyentes deben estar convencidos de que las normas dadas por Dios son deseables. Siendo pastor, yo tenía por costumbre recordar a mi congregación que las leyes de Dios son descripciones de la realidad. Él las promulgó para bien nuestro (Deuteronomio 10:12, 13), de manera que podamos llevar la mejor vida posible; la vida que esté de acuerdo con la realidad, y que ofrezca una significación eterna. No hacer caso de sus leyes significa no hacer caso de la realidad, y esto tiene por consecuencia una vida disminuida y distorsionada, y al fin, la destrucción.
Una correcta percepción de lo que es el pecado es un buen complemento para un correcto concepto de las leyes de Dios. El pecado nos atrae porque parece ofrecer satisfacción. Aunque lo pueda hacer de manera parcial y temporal, no puede dar una realización perdurable ni completa. Lo que hace es dañarnos la vida.
EL RECONOCIMIENTO DE QUE ESTAMOS INCOMPLETOS
Los que se dan cuenta de su pobreza y de que son muy poca cosa, buscan más a Dios y su Reino en su vida (Mateo 5:3). La tibieza espiritual es característica de aquellos que no están conscientes de esto (Apocalipsis 3:15-18). Con frecuencia se hace necesario que pasemos por una crisis para obligarnos a examinar nuestra vida de una forma profunda y sincera. Al hacerlo, reconocemos que ninguna circunstancia o relación terrenal puede satisfacer nuestras necesidades más profundas. También es posible que descubramos heridas internas y lugares rotos que necesiten la sanidad de Dios.
LAS EXPERIENCIAS GOZOSAS CON DIOS
El libro de los Hechos contiene diversos relatos sobre creyentes que experimentaron la realidad de Dios. Por consiguiente, se sintieron altamente motivados para servirle, a pesar de las persecuciones. Podemos experimentar a Dios de diversas formas: una adoración genuina, una oración respondida, su obra en nuestra vida, y la plenitud de su Espíritu. Estas experiencias con Dios nos inspiran y motivan a crecen en nuestra relación con Él.
LA VIDA, EL TESTIMONIO, Y EL ALIENTO DE OTROS
La buena calidad de la vida de otros creyentes y su testimonio sobre la forma en que Dios obra en ellos y por medio de ellos, también nos pueden motivar. Éstas son las cosas que ponen carne y sangre a los principios espirituales y demuestran su eficacia. Al oír relatos de cosas recién sucedidas a otros, experimentamos de manera vicaria lo que ellos experimentaron, y eso estimula nuestro crecimiento. También el aliento que nos dan los demás nos capacita para seguir adelante en medio de tiempos difíciles y de desierto en nuestro andar espiritual hacia la madurez.
EL GOZO DE CRECER
Aunque nuestro cuerpo deja de crecer y comienza a decaer, el crecimiento de nuestras emociones, nuestro intelecto, nuestras relaciones, y nuestro espíritu puede seguir adelante sin disminución alguna. Dios quiere que crezcamos “a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo” (Efesios 4:13). El crecimiento en cualquier aspecto me produce una satisfacción que me motiva a desear un crecimiento mayor aun. Cuando no crezco, mi vida se convierte en una rutina, y experimento la abulia del estancamiento. En cambio, cuando crezco, experimento una energía fresca y nueva en mi vida.
CONCLUSIÓN
Sin una motivación fuerte y constante por parte de los cristianos, el crecimiento en el discipulado será anémico. Con el poder del Espíritu Santo, podemos usar seis fuentes para generar y mantener el anhelo por la madurez espiritual.
Stephen Lim, Springfield, Missouri
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