El
mensaje luminoso de la Biblia proclama que Dios creó una solución para este
dilema, que él encontró una forma de ser al mismo tiempo justo y el
justificador de quienes fracasan en alcanzar la ley de Dios. Pablo la explica
con estas palabras:
“Pero ahora, aparte de la ley, se ha manifestado la justicia de
Dios, testificada por la ley y por los profetas; la justicia de Dios por medio
de la fe en Jesucristo, para todos los que creen en él. Porque no hay
diferencia, por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios,
siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es
en Cristo Jesús, a quien Dios puso como propiciación por medio de la fe en su
sangre, para manifestar su justicia, a causa de haber pasado por alto, en su
paciencia, los pecados pasados, con la mira de manifestar en este tiempo su
justicia, a fin de que él sea el justo, y el que justifica al que es de la fe
de Jesús” (Romanos 3:21-26).
¿Qué
quiere decir todo esto? Que los seres humanos necesitamos justicia para ser
aceptados por un Dios santo. No la tenemos, ni la podemos obtener por nosotros
mismos. Pero Dios decidió crear una justicia, una rectitud diferentes. Una
justicia que puede ser transferida. Él se hizo humano en la persona de
Jesucristo. Vivió una vida perfecta. Cumplió los requerimientos de la ley. Y
entonces entregó esa vida perfecta en la cruz. Su sangre fue vertida por
nosotros al manar de su cuerpo. Cristo aceptó el castigo del pecado, la muerte
que es siempre consecuencia del pecado, y ahora ofrece gratuitamente su
justicia a todos los que colocan su fe en él.
Así
es como Jesús se convirtió en nuestro substituto en la cruz, él tomó nuestro
lugar. Él recibió lo que nosotros merecemos para que nosotros pudiéramos
recibir lo que él merece. Pablo lo dice en forma muy clara. “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo
pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). Los débiles seres humanos pueden ser
aceptados por Dios en Cristo. Nos unimos a él por medio de la fe, unidos al
amado Hijo. Así es como Dios nos reconcilia a sí mismo. Su gran amor lo impulsó
a tomar nuestro lugar, absorbiendo los horribles resultados del pecado. Ahora
nos ofrece su justicia como un regalo. Esa es la única forma como él podía
armonizar las demandas de su justicia y la magnitud de su misericordia. Esa es
la única forma como nos puede salvar.
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